sábado, 10 de abril de 2010

Una provocación llamada museo

Niñas, niños y cuatro armaduras samuráis

Carina Gobbi
Maestra de tercer año de la escuela de tiempo completo Nº 94, “José Roger Balet”, de Barrio Sur y Palermo, Montevideo.


Cuando desde el Museo de Historia del Arte, Carmen Anderson y Ana María Bello propusieron a los alumnos y las alumnas de mi clase colaborar con la preparación de “Armaduras samuráis en las colecciones del MuHAr; un avance de exposición para el 2010”, muestra abierta al público para la edición de Museos en la Noche del 10 de diciembre de 2009, todos pusieron inmediatamente manos a la obra. Se trataba de investigar en dos series de dibujos animados de TV, Pucca y Naruto, elementos relacionados con el tema en cuestión.

En el Área de Conocimientos Sociales del Programa de Educación Inicial y Primaria que estrenamos este año hay una fuerte apuesta a la construcción de ciudadanía a partir del reconocimiento de identidades culturales, del respeto a la diversidad y de la eliminación de viejos clichés y estereotipos que encierran nuestra riqueza histórica como continente y como región en una visión maniquea, eurocéntrica y patriarcal que poco contribuye a formar ciudadanos y ciudadanos del siglo XXI.
Un acercamiento a la cultura japonesa custodiada por los saberes de la antropología actual nos podía permitir la comparación, ese recurso indispensable para comprender la propia cultura. Por otra parte, era bueno contar con la garantía de un acercamiento respetuoso, alejado de frivolidades simplificadoras, racistas o xenofóbicas.

Sorprenderse y aprender

La primera sorpresa y el primer aprendizaje como docente fue descubrir, en el transcurso del trabajo, cuánto frecuentan nuestros niños y nuestras niñas ―y con qué naturalidad lo hacen― datos de la lengua, la numeración, las costumbres, la cotidianidad de un país que la gente de mi generación conoce, en el mejor de los casos, por las marcas de productos de alta tecnología, la gastronomía, el horror de Hiroshima y Nagasaki o las maravillas del cine de Akira Kurosawa y Takeshi Kitano y poco más. Y cuánto manejan de lo que en definitiva nos convocaba: la tradición samurái.
Los dibujos animados y las clases de karate hacen que niños y niñas de 8 años sepan tanto contar en japonés hasta 10, reconocer números y palabras, comidas, códigos de relacionamiento, elementos identitarios de las vestimentas y lenguajes gestuales, como describir armas y apasionarse por las artes marciales.

En los trabajos aquí expuestos se puede apreciar el acercamiento sincero a ese universo que los medios de comunicación y la globalización vuelven tan inmediato y el entusiasmo con que niños y niñas aceptaron involucrarse en un conocimiento más profundo, más respetuoso, más enriquecedor de lo que frecuentan en sus momentos de diversión o entrenamiento físico.

El recurso de enseñar

De la mano de Carmen y Ana María y en diálogo con ellas institucionalizaron como conocimiento socialmente válido lo que ya sabían de manera experimental. Con mucha dedicación hicieron listas ilustradas de armas, vestimentas, “vinchas de aldeas” y comidas.
Un instrumento privilegiado para sus búsquedas fue la XO, la computadora personal del Plan Ceibal. También tuvimos largas sesiones analizando episodios de los dibujos animados seleccionados para la investigación. El abordaje en ambos casos fue registrado en apuntes que se incluyeron en el producto final para considerarlos en todo su valor.
Es necesario transmitir aquí otro aprendizaje docente: el acompañamiento adulto frente al televisor o la pantalla de la computadora es vital para seres que tienen una gran disposición a identificarse con los múltiples personajes de los productos destinados a ellos. Y es vital para dispositivos didácticos que pretenden partir de lo que los niños y las niñas ya saben, que saben mucho, más de lo que es posible a priori imaginarse.
Luego tocó enmarcar la actividad en los contenidos programáticos: análisis de tramas narrativas, mapas conceptuales, experimentación de técnicas y recursos plásticos, producción de textos, reescritura. Con la ayuda de Carmen realizaron un taller de numeración, comparando el sistema japonés con nuestro sistema de numeración decimal. Porque para que no queden dudas: en el conjunto de la actividad, también enseñamos. Nada de lo expuesto podría haberse producido sin el viejo oficio de enseñar, algo que en el MuHAr se sabe hacer muy bien.

Agradecimiento

Con fuerte motivación niños y niñas pusieron en juego competencias adquiridas, fertilizaron su curiosidad y dieron a las investigadoras pistas para rutas de su propia investigación. El trabajo involucró a las familias y mostró que un museo puede ser un espacio abierto, en el que las personas no son espectadoras, sino actores que construyen en él conocimiento, no importa la edad ni la distancia que las separe del objeto de estudio, en el espacio o en el tiempo.
No queda más que agradecer el respeto y la confianza que en el MuHAr depositan en niñas y niños, tratándolos como lo que son, personas en estado de infancia, cuyo punto de vista no puede desperdiciarse, porque aporta al mundo la capacidad de proyectar y de tomarse en serio lo más propio de los seres humanos: la necesidad de jugar a ser uno mismo y ser a la vez el otro, un potente entrenamiento para la vida en sociedad.
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